Feminista en Ciudad Juárez: La que es feminista problematiza la misoginia, le pone nombre y apellido Texto publicado el 11/11/2021

Así como el mundo masculino tenía la autoridad y daba reconocimiento cuando una mujer buscaba reconocimiento lo buscaba en el ambiente de ellos intentando destruir a otras, así mismo el patriarcado nos formó a desconfiar de otras mujeres representándonos de las peores formas. Cuando Elena Poniatowska descubrió verdades al romper el pacto de secreto patriarcal y dar entrevistas sobre su #MeTooEscritoresMexicanos, habló de los abusos de Juan José Arreola, ella después del escarnio por parte de los familiares del agresor, me dijo que lo único que quería era dejar el asunto atrás. Recuerdo haberle enviado un correo electrónico. Le preguntaba si necesitaba algo de mi parte, le dije que yo le creía a ella y que aquello que había hecho el escritor se llama abuso de poder, agresión, acto dudoso y que ella era superviviente del sistema patriarcal como lo fuimos y siguen siendo. Ahora comprendo la insistencia de Elena al querer dejar el asunto atrás, eso precisamente pido en este momento de mi vida cuando al publicar mi #MeToo localizado en Ciudad Juárez algunas amarras se soltaron y otros lazos se unen a la nueva realidad, libre de acosos, en la realidad donde las mujeres con nuestras palabras, códigos y saberes problematicemos o soltemos secretos que nos oprimen. Mi vida social virtual ha cambiando a partir de la publicación de mi #MeTooUbicadoEnCiudadJuárez, si antes debido a mi voz feminista, habían logrado desplazarme desaparecerme de espacios físicos literarios, de talleres, de becas estatales, nacionales, de premios y en resumen de la historia literaria de juarense, y mi actitud había sido de derrota y retiro, ahora no necesariamente es de triunfo, esta actitud mía es de ocupar lo que me corresponde, without an apology! Como decimos las mexicanas cuando hablamos español en foros de angloparlantes. Cuando me vi cuestionando mi condición femenina de opresión dentro del ejercicio profesional académico y escritural, empecé a hacer todo lo posible a mi alcance y condición fronteriza femenina, todo por problematizar la misoginia en mi entorno. Dejé de concentrarme en crear textos admitidos para premios, concursos, empecé a bajar autores de los altares, desaprendí, detecté bastante ansiedad, estreñimiento, vómitos inexplicables y ganas de seguir escapando de Ciudad Juárez, hice lo contrario, recuperé mi casa que había perdido durante la guerra contra el narcotráfico, me situé en la identidad fronteriza, la acepté. Me ha tomado diez años el des aprendizaje e irónicamente continué estudiando el doctorado a la vez que construía mi ética personal feminista aunado al activismo, el acompañamiento, las lecturas de mujeres. Incluso me di permiso para iniciar una relación de amor sin seguir protocolos del amor romántico, sin faltar a la conducta ética que finalmente te da la felicidad, es decir, atrás quedaron “errores” que en realidad solo eran malos entendidos, atrás quedó la ira y la tristeza, debo admitir que reconocí cuando es necesario pedir disculpas y cuando no. Reconocí cuándo es importante retomar la amistad y cuándo es urgente dejar ir a las personas cuyas máscaras solo provocan más daño. Vengo de la generación cuyas madres el patriarcado ha infantilizado. A mi madre el silencio la ahogaba, sin embargo respeto sus razones por mantener el pacto patriarcal. Cuánto sufrir: Cuando perdió a su madre a la edad de 12 años, a ella le dijeron que vistiera impecable cada mañana, temprano y se despertara antes de que se fuera la estrella del amanecer porque esa estrella era su madre, y así lo hizo todo los días de su vida, despertaba a las 5am, se asesaba, yo no conocí a una madre desarreglada pero sí a una víctima del patriarcado y no precisamente de mi padre. Ella fue rebelde a su manera, conservó su apellido de soltera, no le gustaba que le dijeron Elodia de, renunció al catolicismo por considerar que esa religión abusaba de la fantasía. Lo que no lograba quitarse de encima del todo era la opresión en el pecho, ella me confesó que cuando veía a sus hijas ser libres, sonreír y hacer lo que les viniera en gana, ella sentía alivio. Mi padre era dado a salir a las calles a protestar mientras mi madre se entusiasmaba recibiendo las noticias de un mundo más justo. Yo creo que si yo hubiera pasado el proceso del #MeTooEscritoresMexicanos junto a mi madre, ella hubiera sentido alivio en su pecho cada vez que le leyera del asunto pero a la vez se hubiera angustiado y me hubiera dicho, “ah cómo sacan cosas” porque la inquietaba mucho el cambio, el desorden y el chantaje. Hablando de chantajes: Cuando Armando Gil, el cantante de Botellita de Jerez y escritor de literatura infantojuvenil anunciaba en Twitter su suicidio debido a las denuncias en su contra en el portal #MeTooEscritoresMexicanos, el movimiento se deslizó hasta neutralizarse, el suicidio de Armando nos alcanzó a todas las que estábamos al tanto de las denuncias, algunas periodistas y amigas cercanas a él se pronunciaron para darle las respectivas condolencias, dolerse, y de pasada anunciarles a las originadoras del movimiento que aquello que hacían era terrible, si bien estamos de acuerdo que #MeTooEscritoresMexicanos no seguía lógicas o éticas aprendidas en el patriarcado porque estábamos hartas del sistema mexicano, sí se originó desde las éticas feministas, las que se forman en el desarrollo de las autonomías, la comunicación entre mujeres y el problema moral de nuestro tiempo: la cantidad de sufrimiento que produce la condición femenina de opresión. Hablo del cuando: Cuando miles de mujeres de todas las edades salimos a manifestarnos, los feminismos en México apenas retomamos el cuarto aliento, el 8M de 2020. Yo vi que Ciudad Juárez las mismas feministas estábamos rotas, divididas y el 8 de marzo 2020, le saqué la vuelta a la protesta, cerraba el ciclo de vivir torturada, el ciclo de fungir como reciclaje de emociones tóxicas, el ciclo de la salvadora. Hay algo en la personalidad de cada una, en la educación, y la consciencia que nunca se va a salir, es utopía, idealización, ternura y activismo. Yo me estaba reconociendo como víctima a través de mis bisabuelas tarahumaras, sabía que el acto de la liberación solo puede darse a través de la participación activa de la oprimida y no iba a permitir que el opresor llegara a decirme cómo liberarme. No es fácil regresar a la mueca de la víctima, la mueca de siglos de atropellos, es por eso que la primera vez que conviví de lleno con la cultura de mis bisabuelas, me fijé en el poder solamente, su resiliencia, sus caminar, su risa. Yo vi que algunas mestizas tomaban mi acercamiento como apropiación pero ¿cómo puedes robar algo que es tuyo? En mi lógica puedo asumirme como rarámuri todas las veces que así suceda en el sincronismo o en el presente, puedo aprender la lengua y generar vínculos con la comunidad. Cuando decidí convivir con mis compañeras rarámuris, estábamos trabajando en proyectos, a través de ellas me acercaba cada vez más a mis bisabuelas. La cultura rarámuri no se abre a cualquiera, ni siquiera dan todos los datos e información a los antropólogos, eso los sabemos, y de alguna forma ellas me reconocían para darme el lugar y espacio que me corresponde y yo podía identificar a la víctima sin continuar siéndolo. Yo veía a la raciemi (mujer valiente que no se deja de nadie) y aprendía que no había necesidad de tantos dimes y diretes; y que estar concentrada en la creación de vestimenta, comida, el cuidado mutuo, es la prioridad. Les pregunté qué pensaban de las pintas, las quemas y las protestas feministas y dijeron que esas formas de expresión eran de las chabochis (mestizas) y que si el hombre era flojo, adicto o infringía sus leyes internas lo expulsaban de la comunidad pero que ganas de quemarlo todo no les faltaban. Yo no quise intervenir con mi feminismo cósmico porque desde la realidad que yo veía, fácilmente destrozaría. Así es que, decidí callar mi mente, escucharlas y aprender. Para des aprender hay que observar y escuchar a las que nunca hemos escuchado (ancianas mestizas y mujeres nativas que han conservado su tradición) y no solo escucharlas, también identificarse para reconocer otras realidades del pensamiento. Cuando vi que las agresiones entre las mujeres y hacia las mujeres de mayor edad en Ciudad Juárez, iban escalando, de algo estaba segura, las jóvenes, ellxs operaban muy distinto a las feministas de la generación X. Ellas, parecían absorber las marcas dejadas en el cuerpo de sus madres, abuelas y bisabuelas, yo las veía como la generación que pondría fin a tanta injusticia. La pandemia ha detenido la política feminista en las calles pero no ha logrado detener a las cyber feministas. Así es que, en el marco de asilamiento, el encierro, y la depresión, escribí mi #MeToo localizado en Ciudad Juárez, Cuando me enteré del #MeTooEscritoresMexicanos después de llegar de mi tercer retiro de silencio. Lo último que quería era estar pendiente del activismo en Juárez, no pude evitar conectarme al Twitter y pensar cómo le íbamos a hacer para denunciar a los agresores; “casualmente” pasé esos meses en comunicación con escritores al tiempo en que ellos me acosaban y se aseguraban de que aquello que ellos hacían no se llamaba acoso, ni abuso ni violación. Cuando busqué a dos escritoras que yo admiro y respeto para hablar y escucharlas, confesamos estar hartas. Una a una fuimos rompiendo el pacto de silencio, entre nosotras, nos abrazamos. Yo con mi usual partícula revoltosa, sugerí a una de ellas pronunciarnos en video, subirlo a redes para enterar a las nuevas generaciones sobre lo que nos habían hecho a nosotras en los noventas y al principio del dos mil en Ciudad Juárez. No hicimos tal cosa, asumirse como víctima, salir en público, pronunciarse es muy difícil, tanto que no lo hicimos, y al pasar los meses concluimos que fue mejor porque ellos viven en un infierno, compitiendo todo el tiempo, temerosos, abusones, buscan cualquier cosa para derribarnos, dividirnos, solo les interesa quedar bien entre ellos y asegurar su posición en la literatura. Se odian, nos odian, aunque sus palabras sean de amor tienen doblajes, con agenda. No estábamos dispuestas a ponernos de modo para que nos dieran más del mismo infierno. Yo me las ingenié para generar líneas de conexión entre el dolor y la alegría, entre los extremos, los binarios patriarcales. Todavía recuerdo las palabras de los agresores “hay tiempos Hilda, este tiempo es nuestro” Sus palabras me parecieron ridículas pero a la vez pensé, “el tiempo aquí en Ciudad Juárez siempre ha sido de los hombres es mejor que me vaya de aquí, además tengo otras opciones pero ¿qué de la siguiente generación de escritoras?”. Para mí no hay tal cosa como el tiempo y la espera si sigues guiños patriarcales. Yo solo veo el presente, ahí está el pasado y el futuro y si en el pasado asesinaron a Susana Chávez Castillo, poeta y amiga, y a la fecha ni siquiera la estudian en el programa de literatura en la UACJ, ¿cuál presente, qué futuro espera? Cuando llega el momento de cerrar ciclos, es distinto para cada una. Pero eso de los ciclos ha sido condicionado por la sistematización racional, creencias que están en lo hondo de la condición femenina que al tocarlas se hace patente la contradicción que entraña. El problema moral de nuestro tiempo por la cantidad de sufrimiento que produce es el de la condición femenina de opresión, el asunto es que, asumirse como víctima para iniciar el proceso consciente de liberación es un camino complejo donde debemos cuidar que el opresor y sus variadas voces o representaciones no intervengan a redirigir para perpetuar el orden establecido. Pienso que hay ciclos que se abren y cierran colectivos, hemos desarrollado consciencias para caminar juntas a partir de activismos y autonomías feministas, las violencias que nos atraviesan y los agresores-agresiones en común. Cuando dicen que,“ lo vivido en el presente ya está dicho o tejido en el inconsciente”. Yo digo que la biblia, el subconsciente y las formas de hacer literatura y vida son invento patriarcal para mantenernos erotizadas, infantilizadas, en eterna lucha, desdobladas, por ende atrapadas en el pacto patriarcal y sus significaciones. Iremos al revés de ser necesario donde las líneas no hablan de ver para creer ni de estructuras “seguras”, ni de lineamientos sin problemas, ¿será que creer para ver nos ayuda a generar otras visiones? Las escritoras mexicanas estamos diciendo “creer para ver para creer y crear un mundo nuevo”. Cuando a diario nadamos en el mar de información, en los muros de las redes sociales y los portales de noticias, nadamos en la ilusión a pesar de que lo leído suene a mentira y de tanto y tanto repetirla, tenemos la capacidad de convertirla en verdad y con ello dañar vínculos, personas, y entornos naturales. La frase "repite una mentira con suficiente frecuencia y se convierte en verdad", es una ley de propaganda atribuida los nazis. Cuando digo que con el patriarcado hemos vivido en la mentira es porque la “alfabetización” llegó a México a través de lo jesuitas, nosotras entramos a la más grande de todas las mentiras al ser forzades a repetir otros códigos lingüísticos. Desaparecieron las lenguas originarias, nos presentaron los espejos, la religión, el sistema educativo y de archivos, y puedo agregar que nos presentaron la enfermedad mental, ¿cuánto conocimiento está en los saberes de las mujeres mexicanas (indígenas y mestizas)? ¿A cuántas nos han dicho locas? ¿Cuántas a diario vivíamos el síndrome del impostor? Cuando publiqué la primera parte de mi #MeTooEnCiudadJuárez tuve la intención de presentar la información sin aparente estructura, escribí con los efectos de los antidepresivos, la tristeza, el aislamiento y la rabia, claro, había dejado de meditar para meditar con todo el cuerpo sus reacciones, conclusiones y consecuencias. Cuando el amor, la aceptación empezó a formar parte de mi identidad escritural, es que puedo ir a lo hondo de mi condición femenina para tocar contradicciones, preguntas, dudas, congelamientos. Dentro de la lógica patriarcal, sospechaba las consecuencias: linchamiento, persecución, re victimización, manipulación, averío de vínculos con algunos miembros de la comunidad literaria juarense y feministas, traiciones, ese es el infierno que hemos vivido las mujeres en Ciudad Juárez, opresiones, enfermedades, feminicidios. Cuando publiqué mi #MeTooCiudadJuárez, una vez pasado el trago amargo de las consecuencias de “mis actos” regresé a otras verdades y éticas feministas que ya venía explorando. Cuando acepté aquella antigua práctica de las antepasadas que ahora le llaman neuronas espejo o empatía, supe qué era eso de la naguala. La naguala es gran poder que ha sido interrumpido debido a la depredación hacia las especies y hacia el género femenino. Pienso que las mujeres tenemos otros datos y nos manejamos en códigos distintos. Digo que es momento de sacarlos a luz sin temor. Movimientos sociales escriturales como #MeTooEscritoresMexicanos nos ayudan a organizar la rabia interna, al igual, son espacios donde corremos el riesgo de la re victimización, en lugres tan hostiles como Ciudad Juárez ponen en riesgo nuestra integridad emocional y física. Pero más allá del espacio de riesgo, es la oportunidad de generar presente hacia la realidad que queremos vivir. En ocasiones darle la vuelta, olvidarse, buscar alternativas para sanar las memorias donde estuvo el cuerpo y el trauma suele ser la salida patriarcal (espiritual, psicológica) más recomendable. Pero no, esos “coachings” solo te anuncian que la que anda mal, muy mal eres tú y por ahí no va la cosa. Cuando le di salida a la ira a través de escribir lo que siento y pienso nombrando a los agresores. Al publicar la primera parte de este escrito conocí las marcas, dudas, confusión, las personas con las que me había relacionado y me estaba relacionando en Ciudad Juárez. Pude ver los años que había estado congelada en el mismo espacio. Al publicar mi #MeTooEnCiudadJuárez los lazos que nos unen en la aceptación, el rechazo y los pactos dentro de la comunidad literaria se han desatado, es por eso que considero importante cerrar mi ciclo de dependencias opresoras-oprimidas y a través de este escrito invitar a la comunidad literaria, cultural juarense a romper el pacto patriarcal y no temer para luego estructurar nuestra convivencia en forma distinta, si es que queremos ser parte de la tan llamada “nueva realidad” a donde no se puede presumir llegamos con las violencias de la “vieja realidad”. Si de algo les sirve mi experiencia, les digo que había pasado más de la mitad de mi vida en terapias, retiros para detectar aquello que dicen se mueve desde adentro, llegué a la conclusión de que la justicia y la realidad se hace a diario, y las palabras que había silenciado tenían su fecha de expiración y que si no las sacaba se iban a podrir y lo peor, nada iba a cambiar. Vi que las palabras para decirlo me sobraban y que no las iba a estructurar en los modos patriarcales para tener contentxs a todxs. La única forma de decirlo es diciéndolo, créanme que el cuerpo se enteró, el estreñimiento y la confusión terminaron para darle paso a otras formas. Dejé de ser aquella que “calladita y soñando se ve más bonita”. Hasta la fecha sigo descifrando la gramática de mi tristeza. De cuando los sueños: Cuando recuerdo el sueño que tuve en el 2009. Vi al presidente de EU en un barco acompañado de una mujer embrazada, iban rumbo a una isla. “Ellos todavía están en la cultura del sacrificio”, decía Ave Trueno, ave sagrada de los nativo americanos. Lo tomé como lo que es, sueño, y pasó a formar parte de mi materia prima escritural, meses después conocí a una chamana, “olvídate de la ave, vive la vida hija, no te salgas del cuerpo porque lxs carroñerxs lo querrán ocupar, ve a la naguala que no es otra cosa que todo tu poder, estar conectada al momento presente y los seres vivos, al cuerpo, saber, cuidarlo, la consiga es vivir no que te coman viva”. Le agradecí sus palabras y desde entonces cada mañana despierto pellizcando el rostro para asegurarme de no haber sido habitada por quien yo no quiero, se llama voluntad con los seres vivos, sobre vivencia ecológica. Dejé de escribir mis sueños porque llevaba varios años metida en la adicción a la ilusión. Cuando escuché a la chamana, reuní mis dos piezas, hombre-mujer, consciente-inconsciente. Vida-muerte. Anhelaba dejar de sufrir, encontrar códigos distintos encontrar la historia de mis antepasades, sus borraduras, sus marcas. Desde mi punto de vista, colectivamente abrimos un ciclo en marzo del 2019 cuando inicia #MeTooEscritoresMexicanos, plataforma donde las mujeres podíamos enviar nuestro #MeToo anónimo que insisto no debe cerrar, siglos de invisibilización femenina deben dar paso a siglos de visiblización femenina y para que eso suceda, los mitos que nos han encadenado serán descubiertos. Cuando yo digo estas son las palabras que vienen de mi consciencia y no las voy a retirar, ni eliminar ni dar de baja, ni a desaparecer, hablo desde mis pocos privilegios y mi sub alternidad, ¿cuáles son tus códigos, cuáles tus palabras? ¿Cuáles nuevas ilusiones han estructurado a partir de quitarte los velos textuales patriarcales? Te leo. Te escucho

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