Liberación en los reflejos
Ella escribió la palabra desaparecida, yo anuncié un verano. La chispa del momento fue traída desde el tiempo herido. Le sugerí que regresáramos al evento creado, donde en un segundo nuestras almas habían sido encantadas en el mismo espacio, las dos. Juntas, en aquel lugar, invocamos los símbolos de antaño, besamos las caricias hasta la irremediable despedida. En ese espacio había prisa: una mesa cuadrada, verde, con sillas de acero. Eran las 9 pm. El desarme corrió arrepentido, dudó. Ella, indecisa, consciente de su poder cósmico, no decidió el rumbo de sus decretos. Por instantes, entramos en una especie de magia negra que nuestros corazones rechazaron de inmediato. La dirección fue la búsqueda de la llave que arrancaba la máquina del tiempo, esa máquina que la había encarcelado en sus sueños, manejada en círculos que siempre regresaban a la misma persona, una historia repetida por siglos. El reloj marcaba las 9 pm. El antídoto para las venenosas ilusiones estuvo a punto de ser entr...