Elena Garro, amor
Si no quieres que te pase lo que a Elena Garro, es mejor que vayas sola por el mundo. Sola, pero digo sola, como lo hacen las mujeres que atraviesan los abismos y los incendios de la historia con sus manos desnudas, empuñando su imaginación como un arma de defensa. Y sí, una que otra vocecilla política se colará en tus novelas, en esos párrafos invisibles donde todo se desmorona y se reconstruye en el mismo aliento. Pero sola, sin esas cadenas invisibles que tejen los vínculos ajenos, las sombras de los otros, como le ocurrió a ella. San Miguel Arcángel, bendice a Elena y a nosotras, que estamos buscando en este mundo nuevo cómo llevarnos bien, una a la otra, sin el peso de las culpas que heredamos. Que tu espada no divida nuestros destinos, que el fuego de tu protección no consuma lo que aún queda por decir. Pero San Miguel, patriarcal como siempre, sigue tu camino. A mí déjame a mi Elena. Mi Elena, la que se adelantó en su exilio, en su soledad acompañada de palabras que se alzaron