La realidad paralela (Biblioteca Ma Juana)

¿Qué hubiera pasado si cuando niña en mi barrio hubiera existido un proyecto comunitario como la Biblioteca Ma' Juana o la Biblioteca Hoja de Ruta? Me pregunté durante el festejo del V aniversario de la Biblioteca. La respuesta fue, no lo sé. El hubiera no existe, las realidades paralelas sí. Es decir, la otra versión de la vida está ahí esperando a ser leída y lo impresionante es que la puedes invitar a que viva en el presente; así es que, fui paciente y al transcurrir las horas el airecito sutil que da escalofrío en el cuello, la cabeza y los sueños (la magia), me dijo de esa realidad que ayer se reunió, ¿qué dijo?. Dijo de los años setentas en México, los nacimientos y las adversidades, habló de la adoración a los santos, la Biblia, y los dones; me hablaba de un ladrón de talentos tripartita televisión-estado-religión, fue una especie de pesadilla porque los mexicanos en lugar de rostro tenían máscaras varias, los habían metido en la camisa de fuerza del peor de los manicomios; ellos aspiraban, soñaban, trabajaban pero la teledirigida visión encaminó sus pasos hacia el constante error, el miedo y la separación. De pronto el pensamiento crítico calló, cayó; la televisión-estado-religión están soltando la camisa. Ah, finalmente me dejan en paz. 
La realidad paralela sabe, vi que podía apretar ciertos botones, la consciencia intervino: los botones no se accionarán sin donación. Bien, soñé a los que saben dar, ¿dar qué? tiempo, espacio, palabras, libros, amor y amistad. Era muchos, no tenían máscara, sonreían como niños, miraban a los ojos, hablaban con el sentimiento, fundaban proyectos comunitarios, inspiraban a seguir entusiasmados y transformar el habla y las formas de hacer. Se presentaban en colectivos, se otorgaban reconocimiento, legitimidad por el hecho de Ser y Hacer. En esa realidad el mundo era ideal; ahí estaba yo, era mi sobrina leyendo encantada por las paredes, el almanaque, y los libros de la biblioteca Ma Juana, eso es, no tenía que apretar ningún botón, el presente era perfecto, solo tenía que verlo con otros ojos. Observé con sumo cuidado, lo que descubrí en esa realidad paralela llenaba mis ojos de lágrimas pero eran lágrimas buenas, de esas que te ayudan a limpiar las marañas del alma y desata los nudos de la camisa de fuerza; descubrí la niña entusiasta la suerte de saber leer la otra realidad me seguía, la fortuna de no tener televisión durante la infancia dejaba a los mares de la imaginación fluir. Yo quería leer libros infantiles en mi casa solo había enciclopedias, libros de psicología y cuentos gringos. Los traje del pasado, los acomodé cuidadosamente en la conversación con mi sobrina y otros niños/as. Ya estaba en la realidad paralela.
Cuando recité frente a los niños/as me di cuenta que mi lugar, mis dones, estaban conmigo, los ladrones los habían devuelto; una máscara se acercó, estaba ebria, era el bufón quería sacarme de ver la perfección, dictaba los defectos de cada uno ahí. -Allá cada quien con su consciencia-, le dije. El bufón desapareció, no era necesario. Durante el festejo vi artesanos, escultores, escritores, promotores, sanadores y maestros todos. Del pasado los fantasmas bailaban, uno me dio un beso en la mejilla, era el fantasma del fracaso, se despedía, lo dejamos ir. 
¿Qué hubiera pasado si cuando niña en mi barrio hubiera existido un proyecto comunitario como la biblioteca Ma' Juana o la biblioteca Hoja de Ruta? El hubiera no existe pero las realidades paralelas sí. Es decir, la otra versión de la vida está ahí esperando a ser leída, la puedes invitar a que viva en el presente; así es que, tuve que hacer acopio de paciencia y al transcurrir las horas el airecito sutil que da escalofrío en el cuello, la cabeza y los sueños (la magia), me dijo de esa realidad que ayer se reunió, ¿qué dijo?. Dijo de los años dos mil en México, los nacimientos y las bondades, habló de la comunicación de espíritu a espíritu y el desarrollo de los dones y talentos; me hablaba de Ma Juana y Hoja de Ruta y otros espacios en Ciudad Juárez; los mexicanos/as dominaban sus máscaras y no las máscaras a ellos/as, les habían soltado la camisa de fuerza, las abuelas tenían la receta bajaban del cerro, regalaban cofres donde los miedos eran guardados al aullar de los coyotes, cofres sabios de anécdotas y curas.

Popular posts from this blog