!Ay Chicana !


 Perdón les digo que estoy en Tampa, vine aquí a acompañar a mi novio. Conocí a verdaderas chicanas, auténticas hijas de campesinos nacidas o educadas en este país. Me enamoré de B. una morena cabello lacio, largo. Busca ser directora de algo, directora del algún programa dedicado a educar a los campesinos o los menos afortunados. Ella me gustó entre su gusto por los espacios al hablar español, me encantó su sonrisa de generaciones femeninas e ilusiones dentales. Me gustaba mucho su esencia, su energía pisando la pizca cuando niña; sus pies son grandes, miden 9 o 10 a según mis cálculos. Me dispongo a describirla y remover la engañosa realidad sobre ella, sin fotografía. Maldito invento. Ella llevaban una blusa turquesa entallada por dentro y ondulada dejaban entrever  sus bien torneados brazos, me enamoré; me enamoré de B y no puedo anotar su nombre completo porque amenaza con leer mi blog, sin comentarios. No puedo deletrear su nombre porque recordarlo timbra delicia en mi cabeza y al corazón encoge. Le invité a tomar la copa entera, ella aceptó. Me sonreía pura entretenida con mi entusiasmo a conocerla; pasmada de enterarme de las chicanas lejos de la frontera; estos chicanos llevan tatuajes en sus brazos y otras partes, motivos de virgen, el arado, y el color. Son chicanas tocadas por lo otro, el idioma inglés moldea sus labios, su dentadura bien atendida, su pecho de algodón y pensamientos interrumpidos por recuerdos y atropellos que ya casi no reconocen. No tienen ira en su mirada, tienen lentes que dejan ver sus letras,  su educación, su mirada es la del vencedor lejos de México, es  mirada sin herida o  herida cerrada. Yo me enamoré de su cabello castaño y sus sílabas que silbaban los tonos del trinar matutino, allá en Massachusetts. Cuando hablaba me miraba fijo,  y ponía sus dedos en el borde de la copa, arrastraba los restos del líquido y los soplaba despacio, así como cuando tomó el micrófono durante su presentación en la conferencia; hablaba los segundos idiomas mezclados, los unía en la calma del acomodo orgánico. Sus brazos no se asomaron durante la formalidad, sus brazos se quedaban para amenizar la palabra del que sabe, vive y habla; por la noche sugerirían fotografiarlos en la prosa, ¿y qué de sus piernas? Sus piernas sostenían su cuerpo y los pasos de antepasados cansados y ahora liberados; ella era chicana, lo es. Chicana tatuada a rabiar, amada y correspondida, ella es chicana, mi B. la segunda letra. La reencontraré muy pronto, la veré asomando su cuerpo en el balcón de mis deseos de reconocerla, escribirle y soltarla. Ay Chicana. Te buscaba lejos de la mentira, el simulacro, el veneno del espectáculo de los activistas, políticos de doble lengua; finalmente te encontré en Tampa, FL. Mi cámara se quedó quieta, la congelaste. ¡Ingrata, qué te has metido en mi pupila!, ay chicana, ignoro la cantidad de cuadros enviados desde tu espacio ya los iré pintando, poco a poco. Por lo pronto aquí te va este. Y entre el tiempo abro tu recuerdo, y cómo te amo chicana, virgen guadalupana.

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