Inspirada en El bosque de los espejos diluídos de Florencia Giménez Levit


Intentamos liberarnos en los reflejos y al tanto construimos castillos y mansiones en el aire. Nos prendamos de los bichos mudos, la libélula prometía hacer y deshacer caprichos; corrimos descalzas sin descanso, abrazmos el tallo de los árboles y al voltear la vista hacia arriba las ramas se habían secado, descubrimos la hermosura en la muerte y la realidad al amar los soplos que son alientos pausados en la espera de la vida. ¿Había vida en el derrumbe?. El amor pronto será museo construido por el bosque en domingo. El día siete los manantiales despertarán, y el arcoriris vendrá a recordarnos que no habrá más destrucción ni cuentos enfermizos que han logrado vaciar nuestras almas. El olvido también será ilusión y la caída arañará la memoria persistente y la inventiva del amor.
-Es el futuro fatuo entre organismos palpitantes de gloria los que merecen ser vistos y opacar la luz-. Nos escuché sin liberarme, sus sueños alcanzaron los míos y enredaron mi cuello entre lujosas bufandas que ahogan mi destino. ¿Liberarnos en los reflejos? Osadía. La mansión del amor empredía el vuelo pero la gravedad la puso en su lugar; observamos la caída, ninguna de las dos se atrevió a intervenir; apuramos el paso y cansadas de idelismo decidí trazar el punto, ahí, justo donde había perecido el castillo en las alturas de su bosque y los espejos. 

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