Diario azul.


La dejé de ver hace algunos años, éramos amigas y de pronto las trampas nos separaron. No sé por dónde iniciar, tal vez el arraque se dio por ahí en mis años primarios, o no, probablemente en vidas pasadas. Ya ves que algunos aseguran que eso existe. Yo creía en la reencarnación pero poco a poco me sonó  a fábula o historieta desquiciada.
Ayer vino a mí una mujer extraña. Necesitaba mi consejo porque recién terminó de escribir su novela. La autora trazó en la hoja de papel la gráfica del tiempo, desfragmentó la narrativa, la rompió a la razón porque predecía que mi meticulosa mente no iba a entender sus frases al revés, sus experiencias oníricas, y la sintaxis del texto. Ella temblaba de emoción tal madre recién parida, o una niña pulcra. Vestía color blanco, deportiva, de cabello corto rizado. Su tesoro estaba en el programa de la computadora. Habló extensos minutos y al estirarme, la vi, sí, vi a mi amiga que dejé de ver hace años. La vi de reojo pasar por los cristales del café donde estábamos hace tiempo. El café de la calle Mesa y casi University. Las sillas plateadas, la mesa redonda justo instalada en la esquina, afuera. La escritora continuaba explicando su gráfica, el ejercicio de la escritura le había abierto otras visiones. -Así pasa cuando sucede- le dije bromeando. Ella se tranquilizó y a cada palabra pronunciada la sensación de ahogo en mi pecho aumentaba al igual mi asombro. Recién se había bautizado en la iglesia mormona, tenía un año escribiendo su novela, y su mejor amiga y socia en los negocios había sido testigo de la gestación y nacimiento de los personajes, sin sospechar siquera que todo era ficción. -Yo hasta oré por Victoria porque estaba enferma de cáncer, siempre pensé que era la novia lesbiana y cada vez que iba a casa rezaba. Hasta hace unos días me confesó que se trataba de un personaje de su novela, ahora la que se enfermó es ella misma en lugar de Victoria y últimamente tiene los sintómas del personaje enfermo-. El comentario de la amiga me hizo recordar al actor Paul Walker,  murió como actuaba. –¿Qué tan cerca estamos de nuestras propias ficciones?- Me cuestioné. La opresión en el pecho cesó, no así el diálogo con mis sombras.
La escritora terminó de acomodarse en la silla plateada pero no entraba, -es mormona, es escritora, dice que cada pensamiento suyo se está materializando rápido-, reflexioné.
-Sí, mire, la otra vez estaba escribiendo sobre un saltamonte y de pronto, se paró uno en mi computadora-. -Es una trampa, seguro que lo es. A mí me pasaba lo mismo cuando me inicié en la creatividad-, reflexioné. La amiga que dejé de ver es ella, es la creativa pero en esta ocasión se ha elevado en la oración, esa es la gran diferencia.
-Usted qué opina, qué sigue-. Preguntaba la escritora mientras mi reojo acaparaba a la amiga del pasado.
-No se preocupe, usted no está sola en esto. Recuerda cuándo descubrió que era lesbiana y pensó que eso solo le pasaba a usted?. Pues esto es exactamente lo mismo. Lea esto:
Mucho antes del viaje decidió entregar su fuerza creadora a la manifestación de realidades paralelas para hombres y mujeres en necesidad de cambiar su terrible presente en la tierra. El día que esta mujer descubrió no tener identidad decidió ver el mundo a través de los ojos de cada humano, nació Lucy, la serpiente y con ello los dos filos, el bien, el mal en sus extremos, en sus torturas, en sus posturas. Fusión.
-No oiga, no me asuste, yo no soy serpiente-. Me dijo en sobresalto.
- Mire, el mundo de la literatura es la gran vomitada, pero no se preocupe, ya lo vamos cambiando las mestizas de estos rumbos. Lea a Gloria Anzaldúa, algo de literatura chicana, también vaya a los nuestros Juan Rulfo, Amparo Ávila, con esos está bien para empezar. Estoy comprendiendo por dónde va esto, gracias por buscar mi ayuda-. Confirmé.
Ella platicaba confundida, entraba y salía de si misma, su pureza no la abandona. Mi amiga afuera decidió entrar, se sentó frente al ordenador y organizó sus párrafos. Habían descubierto una gran fórmula entre las lecturas y el alma mexicana. Volvieron sus ojos al pasado del Surrealismo sincrónico mucho antes de enemistarse. Luego entró la videncia en los años primarios cuando la niña de siete años lo dijo en los labios de la autora, -he aprendido a vivir el presente-. Comprendí que jamás había dejado de ver a mi amiga porque al través del cristal las trampas engañosas danzaban felices, se despedían al dicho de: 
-Gracias por haberme acompañado todo este tiempo, realmente aprendí de tu trampocidad-.
La autora consejera se levantó de la otra silla café, había terminado la sesión. Su mitad le era devuelta, desde afuera hasta complementarse en el camino literario. 
Así es, y así sera, querido diario azul. Espero no haberte asustado mucho hoy. La próxima vez que regrese a ti, despediré a las voces miedosas, entre otras la de Lucy que ya está convertida en heces.




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