Amo a-tó.
Te fuiste, Marina.
Alguna tarde regresabas entre las diminutas gramíneas atesoradas de lluvia.
-No hay lluvia en el desierto-, asegurabas, -tampoco sol, mucho menos amor-. Insistías.
-¿Qué te pasa, Marina? ¿Acaso no escuchas?-.
Había espantado la bahía la infinitésima mariposa azulada, reconcilia, Marina. Las chircas, las charcas, y banderas españolas se han mudado.
-¿Escuchas?-.
-Perdón, no entendí nada. ¿Podrías repetir?-.
-¿Repetir qué?-.
-Lo que decías-.
-Perdón lo he olvidado, no era yo la que hablaba, esa voz ha desaparecido y se llamaba Marina-.
-¿Recuerdas tus juegos de la infancia?
-No-.
Has contestado ufana, la mueca te delata, quieres saberlo todo.
-Sí, la letra amarraba, decía algo así, amo a tó matarile -rile-rón.
-Ahora entiendo. ¿Qué oficio me pusieron?-
Ve, camina, cambia. Vuelve.