Carta a mi papi . Dentro del patriarcado y la infantilizacion de la mujer
Carta a mi papi
De la mujer patriarcal que fui :
Yo sentía tristeza pero no sabía, yo sentía rabia pero no sabía, yo sentía odio pero no sabía. Iba navegando la ola de la apariencia, caminaba pisando las hojas caídas, intentaba hacer crecer el árbol desde las hojas secas. Veía ángeles, hablaba con los muertos, te buscaba, siempre te busqué; cuando era niña me gustaba mucho compartir contigo mis avances escolares porque hasta las X rojas aplaudías y eran motivo de gracia. Recuerdo mi primer firma que halagaste tanto, yo tenía ocho años, dijiste que esa firma era tan preciosa y perfecta que parecía la firma de una secretaria. Estar a tu lado era sin duda el entusiasmo vivo, no tenías que hablar(aunque no te callabas), no tenías que moverte, ni bailar ni cantarme mi cancioncita (porque la mami, porque la mami), no tenías que esforzarte para que yo te adorara; es más en este momento tengo la capacidad de trasladarme a tu cielo y grito ¡ te amo !. Aquí hoy hay viento, mis ojos empañados, la perrita reposa a mis pies, en la pantalla de la computadora tengo un león que fácilmente podrías ser oso, tigre; no, no lo es, es león, así tú eres, hombre.
Venías a casa con tus manos llenas, tu corazón gigante, tus carcajadas al narrar las tonterías humanas, ¿sabes cuál cualidad tuya valoro hasta hoy? Casi no juzgabas, o mejor dicho no te recuerdo sentenciando a nadie. En ti no existía esa severidad para enseñar la lección de la vida, lo hacías a través del chiste.
Te reías de los rostros sufridos, imitabas a mamá llevando tu mano a la mejillas, -ay qué preocupada estoy por Hildita- -ya, tú aquí sufriendo Hildita pasándola a toda madre- decías. No había necesidad de perder el tiempo en cara largas, la vida había que gozarla.
Me imitabas cuando me ponía maquillaje y te ponías frente al espejo, enseguida de mí y con tu dedo índice aplicabas rímel, lápiz labial y sombras en los ojos. Después los cerrabas y decías -oh oh oh mis ojos me arden mis ojos, quítame eso quítame eso-, y contabas que la vecina se había muerto de cáncer en el cerebro por tanto tinte en la cabeza. Después te carcajeabas y esa era la lección, no había necesidad de regaños.
Yo, enojada te dejaba hacer tus gracias y luego me iba y para que no te estuvieras metiendo conmigo. Un buen día te propuse teñir tu cabello y para mi sorpresa, aceptaste. Fue el día de la boda de Adrianita, ¿recuerdas?. Te veías hermoso parecías el loco Valdés, días después de tus ojos saltaban lagrimitas porque se me ocurrió pintarte las cejas. Oh cuánta alegría verte tallar los ojos con ahínco, y ahora sí, de verdad. Comprobaste tu verdad, el tinte, el maquillaje (las máscaras) y las deudas son cosas raras, del mal, de la enfermedad humana. Yo sabía que tenías razón pero no me imaginé que tanta.
¿Sabes? He desarrollado la capacidad de verte a través de mi mami , mis hermanas, mis sobrinas, te extrañamos un montón, y la neta no se si exista el mas allá, pero sí sé que existe el presente, he transformado la nostalgia en tristeza, luego en enojo.
Abogabas por el bien, y te desquiciaba saber de la injusticia, el abuso de poder. Amaste, me amabas, nos amabas y nosotras tus hijas te adoramos. Ahora que reconozco mi tristeza por tu partida, ahora que sé de mi enojo, ahora es cuando odio saber que ya no estás. Y ando buscando fragmentos tuyos en los hombres pero de todos no se hace uno (jajaja) ya te oigo imitándome, -ay de todos no se hace uno- luego te ibas danzando a lo Charlie Chaplin.
Ahora que caigo en cuenta tú anunciabas mi soltería advertías que no era requisito estar matrimoniada. Ay papi, cuánto te extraño.
No puedo asegurar que la muerte no existe, sí, sí existe. El dolor me cegó al grado refugiarme en mi imaginación, sagrada imaginación que trazó capas protectoras, te ubicó en el cielo, entre las nubes, campos de algodón. Lo hizo así porque de lo contario hubiera enloquecido. Mi Alma te buscó entre el dormir y te vi, claro que te vi. Mi corazón te trajo entre tu hermana Josefina, mi madre, mis hermanas; me diste consejos, me encargaste a mis hermanas, algo raro en ti porque jamás me dabas responsabilidades, me dejaste ser libre y elegir hacer lo que mejor dictara el corazón, nada de sacrificios, te lo agradezco.
Te seguiré idealizando, solo a ti, tú sí vales la pena. Ya sé que no te voy a encontrar en ninguno, y ni quiero porque tú eres único. Casi no te veo errores, bueno uno, uno chiquitito, es que no has venido a abrazarme a mis sueños, ¿eh?.
Tu hija
Hildita.