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La necesidad de fantasear y la bella amistad.

Hace algunos años conocí a Susana Chávez en la calle Constitución e Ignacio Mejía; mis amigos y yo solíamos departir en la vida nocturna de la Ciudad, nos encantaba la  noche, sus personajes, olores, sabores y aventuras. Entonces, no considerábamos la idea de personajes porque ni ellos ni yo sospechábamos sobre mis dotes literarios como ya lo era Susana Chávez. Cruzábamos la iglesia a las 12 de la noche, fue en el año 1998 o 9. Previo, antes al Del Río, compramos hielo y agua, ¿para qué? no sabíamos, otrora nos dejábamos llevar por la fiesta, y el fuego que el corazón dictara. Salimos del antro llamado Madelón sobre la calle Mariscal, nuestro lugar favorito. El conductor, se detuvo en el semáforo y dijo - y estos picudos qué quieren con gabardina y todo-. Era su costumbre no guardar ni el más mínimo de su pensamiento - hey ¿a dónde van?-. Una joven morena de rostro familiar se aproximó al auto, - estamos buscando hielo y aguas- - ah mira, nosotros estamos buscan

Inspirada en El bosque de los espejos diluídos de Florencia Giménez Levit

Intentamos liberarnos en los reflejos y al tanto construimos castillos y mansiones en el aire. Nos prendamos de los bichos mudos, la libélula prometía hacer y deshacer caprichos; corrimos descalzas sin descanso, abrazmos el tallo de los árboles y al voltear la vista hacia arriba las ramas se habían secado, descubrimos la hermosura en la muerte y la realidad al amar los soplos que son alientos pausados en la espera de la vida. ¿Había vida en el derrumbe?. El amor pronto será museo construido por el bosque en domingo. El día siete los manantiales despertarán, y el arcoriris vendrá a recordarnos que no habrá más destrucción ni cuentos enfermizos que han logrado vaciar nuestras almas. El olvido también será ilusión y la caída arañará la memoria persistente y la inventiva del amor. -Es el futuro fatuo entre organismos palpitantes de gloria los que merecen ser vistos y opacar la luz-. Nos escuché sin liberarme, sus sueños alcanzaron los míos y enredaron mi cuello entre lujosas

Sombra parcial

He decidido liberarte, querida sombra. No porque el sol haya tenido la gran capacidad de difuminarte, no porque no me hayas servido para conocer las tumultuosas voces de mi pasado, no te dejo ir por voluntad que esa se forja en la recóndita memoria; la razón de mi despedida es sencilla, simple, no recuerdo tu contorno,  y a la dimensión donde habito, tú, ya no llegas. A veces te extraño, anhelo tenerte a mi lado, sexo bandido, ideas cruzadas. Te lo mereces por abandonarme. Ahora te toca, te dejo. Me voy. Ya te vi, de pronto intentas cruzarte en mi camino y logras llamar la atención,  tu estilo típico que aterriza entre canciones seductoras, te cruzas las aspiraciones, aficionados atractiva servidumbre, acentos reclamando lo mismo, encerrada en una esfera a punto de estallar y que no estalla, duda desamparar las lumbres. Tu identidad es la sombra, así permaneces, no sé si exista otro destino para ti, lo ignoro, no me importa. Ya aprendí, en algunas ocasiones vas de copiloto lo permito a

Expectante del teatro alternativo en Buenos Aires:

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Real el formato; llegar al restaurante a espaldas de la sala, huele a frito, queso, vino y pan integral. La decoración de los 90's sigue intacta. Muñecas en las repisas y el foro. Luego las notas del periódico que escriben sobre las obras y desde las obras que ahí se presentan, los recortes pegados en el bulletin board, son testigos hablantes de que el teatro es una actividad artística que aquí gusta, y mucho. Las butacas ocupadas, todas. El escenario no requiere de los grandes presupuestos pero sí de mentes y corazones amantes de la actuación, la escenografía, el guión teatral. En la obra Impalpable de Manuel Puig; mujeres sueñan sus propias máscaras y el espectador se come las palabras, tiene los hechos frente, a ojo. Quiero ir al teatro en Buenos Aires pero no me interesa el de Broadway porque es como ir a ver una película multipresupuestada de Hollywood que infunde frustración a quienes no logran colarse hasta allá. ¿Para qué?. Seguiré recorriendo la noche en Buenos Ai

El batir de las alas.

No me puedo quitar de la mente la propuesta que me hizo hace años; hubiéramos sido felices o al menos más decentes que ahora, nada hubiera muerto. Las morales que me enseñó la abuela Huerta no dejaron linea en mí. Ustedes dirán. Quedamos de no vernos, lo juro. Hace años nos dimos el beso brujo y la despedida. Nos conocimos un 31 de octubre. Al siguiente día el sol no se asomó, a lugar, las nubes nos arropaban cargadas de rayos densos, oscuros. Íbamos manejado rumbo a Ruidoso, las voces peligraban. Decidí callar. Decidí escuchar el barullo de nuestra mente. Él explicó cómo el peso lo atrapó sin remedio y la decisión de comer menos carne lo había puesto dentro de sus ropas otra vez.  Vamos muertos por la vida, qué importa el peso.  Pensé. Él continuaba sus narrativas pasadas mientras yo evoco el sufrir. Recién un par de delincuentes habían acertado los tiros al robar mi Jeep que con tanto sacrificio decentemente adquirí. Esa noche los desgraciados removieron la paz de mi corazó

Mis pies rarámuris

A mi bisabuelas rarámuris, Cleofas y Cirila.

Mis pies rarámuris.

Diario azul.

La dejé de ver hace algunos años, éramos amigas y de pronto las trampas nos separaron. No sé por dónde iniciar, tal vez el arraque se dio por ahí en mis años primarios, o no, probablemente en vidas pasadas. Ya ves que algunos aseguran que eso existe. Yo creía en la reencarnación pero poco a poco me sonó   a fábula o historieta desquiciada. Ayer vino a mí una mujer extraña. Necesitaba mi consejo porque recién terminó de escribir su novela. La autora trazó en la hoja de papel la gráfica del tiempo, desfragmentó la narrativa, la rompió a la razón porque predecía que mi meticulosa mente no iba a entender sus frases al revés, sus experiencias oníricas, y la sintaxis del texto. Ella temblaba de emoción tal madre recién parida, o una niña pulcra. Vestía color blanco, deportiva, de cabello corto rizado. Su tesoro estaba en el programa de la computadora. Habló extensos minutos y al estirarme, la vi, sí, vi a mi amiga que dejé de ver hace años. La vi de reojo pasar por los cristale